Recientemente la empresa líder en E-commerce AMAZON, anunció que juntamente con Shell Aviation comprometieron la utilización y abastecimiento (respectivamente) de hasta seis millones de galones de combustible de aviación sostenible (SAF, 70% Jet fuel convencional + 30% combustible sustentable). Este fluido es producido por World Energy, y el objetivo es reducir el impacto ambiental de sus emisiones en aproximadamente 30%.
El contrato con Prime Air, la división de carga aérea del gigante del e-commerce, tendrá una vigencia de 1 año y forma parte del compromiso climático que anunció el año pasado, donde promete cumplir los objetivos del Acuerdo de París para 2040.
En lo personal, y estoy seguro de que este pensamiento es compartido por millones de personas, deseo que iniciativas como estas sean implementadas a escala mundial en el corto plazo, para de una vez por todas dejar de lado la retórica ambientalista y pasar a los hechos concretos. El mundo necesita de la colaboración de todos los sectores para minimizar la contaminación ambiental, y es lógico reclamar a los “principales contaminadores” las mayores inversiones y “acciones concretas” para que esto suceda. Ciertamente que en este tópico nuestra industria sigue en deuda con el mundo.
Muchos aeropuertos, si no todos, imponen a las aerolíneas que se hagan cargo de los desechos contaminantes que éstas producen en sus instalaciones (aceites, etc). ¿Por qué no hacerlo extensivo también a la etapa de vuelo? Digo, esta bien que en la etapa estática de la operación (rampa – aeropuertos) esto suceda, pero ¿por qué no respecto a las emisiones?
Hay que romper los círculos contaminantes… perdón, quise decir los círculos viciosos, para desarrollar círculos virtuosos. Vamos, no es tan difícil, solo se requiere voluntad política y una pizca de creatividad, no mucha. Estoy convencido que los Estados, en acciones coordinadas mediante las Naciones Unidas, deberían implementar un impuesto o penalidad a las empresas que no reduzcan sus emisiones de CO2 en un porcentaje y periodo de tiempo establecido. La recaudación de este impuesto se podría destinar a un subsidio para la investigación y desarrollo de combustibles sustentables. Otra medida podría ser que los Estados se comprometan a reducir sus tasas de sobrevuelo u ocupación del espacio aéreo a aquellas aerolíneas que efectivamente cumplan metas prefijadas de reducción de emisiones contaminantes.
Creo que las compañías petroleras y los principales países productores (OPEP) son grandes responsables de que esto no suceda, juntamente con los Estados cómplices. Mientras el crudo siga fluyendo, los grandes intereses creados de estos sectores seguirán comprando voluntades para que las regulaciones no se creen e implementen verdaderamente. Lo mismo sucede con la industria automotriz, pero esto es materia de análisis en otros ámbitos.
Es hora de decir BASTA. No se puede dejar a las empresas privadas las iniciativas para dejar de contaminar. El objetivo principal de estas es generar utilidades para sus accionistas. Solo harán cosas que (a) reduzcan sus costos, que (b) generen mayores ingresos o cosas que (c) “limpien su imagen”, mientras sigan dando prioridad a a+b.
¿Como podemos ver con buenos ojos y reconocer a las aerolíneas que se comprometen a reducir en un 10%, 20%, etc, sus emisiones para el 2040!? Nuevamente: 2040!? Seguramente en 2035 habrá otra cumbre ambientalista en la cual se comprometan a reducir las emisiones en un 35% para 2070. Y así continúa la retórica, con complicidad de los Estados.
El medioambiente es un bien público, y los Estados deberían desvincularse de estos intereses e imponer la drástica reconversión de la industria en materia de emisiones. La presión debería aplicarse tanto a las empresas productoras de petróleo (para que desarrollen combustibles sustentables) como a los fabricantes de motores (para que desarrollen tecnologías superadoras). Si esto sucediese, la aviación (gran demandante de combustible fósil), reduciría la demanda de Jet Fuel. Y si esto sucediese, no habría incentivo para que este se continúe extrayendo y refinando a gran escala.
Para lograr esto no debería ser necesario perjudicar a los países productores ni a las multinacionales responsables de la extracción. Nadie desea que Dubai vuelva a ser un desierto, ni que las poderosas familias de golfo (y de otros lugares también) vuelvan a ser nómades. Tampoco es necesario que las empresas multinacionales pierdan dinero. Ellos podrían y deberían liderar la reconversión y también obtener los beneficios económicos provenientes de esto.
Días atrás se quemó (fundió) un foco (bulbo o bombilla) incandescente de una lámpara vieja que tengo en mi casa. Fui a una tienda a comprar uno nuevo, y la respuesta que recibí por parte del vendedor fue: “Discúlpeme señor, pero ya no vendemos bombillas incandescentes. Ya no se fabrican más. Ahora solo tenemos disponible bombillas LED”. En este ejemplo tenemos diversos actores: Yo (consumidor), la tienda (vendedor), la fábrica de bombillas (productor y distribuidor) y un Estado que emitió una regulación para que las bombillas incandescentes ya no se fabriquen, porque consumen mucha electricidad y esto perjudica al medio ambiente. ¿Saben quienes son los fabricantes de las bombillas LED? Phillips, OSRAM, fabricantes masivos en China, etc. Todos los mismos que antes fabricaban las bombillas incandescentes.
No soy un especialista en la materia, pero dudo que el costo del desarrollo y producción de combustibles alternativos sea superior al costo que hoy están teniendo las multinacionales en explorar, perforar, extraer, transportar, refinar, almacenar y distribuir el combustible fósil.
Respecto a los combustibles alternativos, también se debería regular el origen de estos. Algunas iniciativas refieren el uso de aceites u otros productos de de origen vegetal, así como grasas animales. Los biocombustibles se basan en la biomasa vegetal para servir como fuente de energía renovable para los motores. Su uso genera una supuesta menor contaminación ambiental y son una alternativa viable al agotamiento ya sensible de energías fósiles, como el gas y el petróleo. Debemos tener mucho cuidado con esto. Un vicepresidente para Las Américas de una línea aérea holandesa, a quien yo reportaba directamente, una vez me dijo “Marcelo, el día que empecemos a utilizar comida como combustible, la humanidad va a estar frita”. Este señor no podría tener mas razón. Imaginemos el escenario tan solo por un minuto. El precio mundial de los granos (commodities) se incrementaría sustancialmente, incrementado el precio de los alimentos derivados. Las superficies de producción se deberían multiplicar en forma geométrica. A menos que se encuentre alguna forma de hacer que los desiertos se vuelvan fértiles en el corto plazo, no habría alternativa a una masiva deforestación. Esto generaría otro problema ambiental, pero de distinta naturaleza. Estoy convencido que la línea de investigación debería ir por el lado de las energías renovables no provenientes de la biomasa, de las reacciones físicas y/o quimicas o una combinación de estas.
Como diría un amigo, “come on guys”, no debería ser tan difícil. Ya sabemos que los grandes intereses económicos detrás del petróleo son los que hacen girar al mundo. Entonces, la pregunta que dejo flotando es: ¿Por qué no hacer que los combustibles alternativos sean los que generan las ganancias multimillonarias a los principales interesados, haciendo que el mundo siga girando, por los mismos intereses, pero esta vez en forma sustentable?
Air Cargo Latin America