Por: Marcelo R. Ricciardulli

Se nos está haciendo muy difícil actualizarnos a la velocidad que se van produciendo las novedades. Todos los días, en todos los medios y en todas partes del mundo se multiplican las malas noticias como consecuencia del Coronavirus.

A esta altura de los acontecimientos no le encuentro mucho sentido a seguir informando que un día la línea aérea tal o cual ha cancelado sus vuelos a/y desde China, que las frecuencias a/y desde Italia se están reduciendo, que tal o cual actividad se está viendo afectada, etc. Todo esto se puede leer a diario en cualquier medio de comunicación y con lujo de detalles. Estamos abrumados, es como estar viviendo una pesadilla, pero despiertos. Es una crisis que está siendo transversal a muchas actividades, no solo económicas, sino también culturales, deportivas, educativas, institucionales, etc.

Solo me tomo este espacio para intentar reflexionar acerca de lo que nuestra querida industria está atravesando en estos días. En mi humilde opinión, creo estamos siendo testigos de una de las mayores (si no la mayor) crisis en la historia de la aviación. Peor que el 11 de Septiembre de 2001 con el atentado a las torres gemelas, peor que la crisis del precio del petróleo en Junio de 2008 (al tocar los USD 128,33 el barril, con un incremento interanual del 91,85%) y peor que algunas otras crisis de diversa magnitud y naturaleza por las que la industria haya atravesado (y sobrevivido) a lo largo de su historia.

Resultado de imagen de evolucion del precio del petroleo
Evolución del precio del barril de petroleo.

Sin minimizar a las crisis arriba mencionadas (como minimizar la pérdida de vidas sin sentido el 11-S…?!), creo que la naturaleza de la crisis generada por el COVID-19 es distinta y más peligrosa.

Luego del atentado a las torres gemelas, Estados Unidos cerró su espacio aéreo por un tiempo. La caída en la actividad (crisis) se dio, principalmente, por la reducción de las operaciones aéreas y por el temor de los pasajeros a la posibilidad de que algún avión vuelva a ser secuestrado (especial y puntualmente hacia o desde U.S.) Ante esto, la respuesta de las autoridades, de las líneas aéreas y los organismos fue rápidamente implementada: mayor seguridad en los aviones, en los aeropuertos, en la inteligencia para la identificación temprana de personas sospechosas, etc. Los conceptos y políticas de “Safety” y “Security” ocuparon el centro de la escena. Sin embargo, en poco tiempo la confianza se recuperó y las personas alrededor del mundo volvieron a volar.

En una crisis de “precio del petróleo” (generalmente de corta duración) las respuestas vienen dadas por diversas acciones. Las aerolíneas que tienen aviones poco eficientes los podrían dejar en tierra por un tiempo o encarar un plan de renovación de flota, las aerolíneas seguramente verían sus márgenes de rentabilidad disminuidos, los fabricantes podrían encarar proyectos para diseñar aeronaves más eficientes, etc. Esto ya sucedió.

En una crisis de sobrecapacidad y los desafíos financieros que esto genera, el problema se da por la sobreoferta de espacio con respecto a la demanda (ya sea de pasajeros o cargas). Esta supuesta crisis (la denomino así porque no obedece a razones ajenas a la industria como las anteriores, sino que es más un problema coyuntural de mercado) se podría solucionar ya sea reduciendo frecuencias, operando aviones con menor capacidad, generándose alianzas entre aerolíneas para optimizar flotas y recursos, innovando, dejando que el mercado (o la ruta) se auto-depure, etc. Esto también ya sucedió.

Y así podría mencionar algunas otras crisis de distintos orígenes y naturalezas.

Sin embargo, estas tuvieron un denominador común: la demanda de los viajeros continuó. Esta es la esencia, el motor de la industria, la razón de su existencia. Transportar a la gente que quiere viajar.

A diferencia de lo anterior, lo que está generando esta “Corona-crisis” en la aviación es la “desaceleración vertiginosa de la demanda”, por un periodo de tiempo que sabemos cuándo comenzó, pero que no sabemos cuándo terminará ni cuan profundo caerá. Esta desaceleración comenzó y sigue siendo motivada por cuestiones regulatorias (Estados prohibiendo la entrada de ciudadanos de otros países, cerrando fronteras y cancelando la llegada de vuelos de los países afectados), pero además por una “marcada desconfianza y temor de la gente a viajar”. Esta es la principal diferencia que encuentro respecto a las otras crisis. Esto es estructuralmente peligroso, ataca principalmente a la generación de cash-flow presente y futuro. La masa crítica de pasajeros que mantiene viva a la aviación se está reduciendo. Estamos ante un enemigo que tiene un potencial de daño a la salud aún desconocido en cuanto a su alcance, para lo cual todavía no se ha desarrollado ningún antídoto o vacuna, y esto nos da mucho miedo, pánico, nos inmoviliza y nos hace tomar decisiones drásticas.

No quiero entrar en el análisis de temas de salud pública simplemente porque no soy médico, ni nada que se le parezca. Pero si bien hasta el momento las consecuencias fatales no han sido “masivas” (otros padecimientos, como la gripe estacional, se anotan peores resultados), considero muy prudente tomar todas las precauciones y medidas de prevención necesarias para reducir al mínimo la posibilidad de contagio y esparcimiento de este virus, especialmente hasta que se encuentre la forma de controlar la situación por parte de la ciencia.

No responsabilizo a los Estados que cierran sus fronteras, ni a los pasajeros que no quieren viajar, como así tampoco a la difusión que están dando los medios de comunicación a esto. Simplemente es algo que está sucediendo, una desgracia, algo que se encuentra fuera de control y está produciendo un daño sin precedentes a la aviación comercial. Recientemente IATA ha recalculado el posible impacto financiero que el Coronavirus podría ocasionar en 2020 al conjunto de la aviación si es que no se encuentra una solución rápida, estimándolo en pérdidas por más de USD 100.000 millones.

Doy por descontado que la ciencia y los Estados estarán a la altura de las circunstancias y en muy poco tiempo brindarán una solución a este flagelo. Entre tantas urgencias que los Estados tendrán que atender, deberán considerar algún tipo de asistencia a las líneas aereas. Algunas seguramente quedarán en el camino, pero tengo Fé que esta pesadilla pasará pronto y la aviación volverá a ponerse de pie, para seguir cumpliendo el rol tan importante de integración cultural y económica que ha hecho de este gran mundo, una pequeña aldea.

Air Cargo Latin America

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